A lo largo de nuestra vida, las personas vamos aprendiendo qué está bien y qué está mal, qué acciones nos reportarán satisfacción, bienestar e incluso nos harán sentir orgullosos, y qué otras deberíamos evitar si no queremos sentirnos mal o que los demás se formen una opinión negativa de nosotros. Este proceso de aprendizaje se construye utilizando los cimientos de la cultura a la que pertenezcamos. Qué duda cabe que, a nivel general, los seres humanos hayamos progresado como especie, en parte, por aprender a cuidarnos los unos a los otros, configurando una sociedad. Ayudar o cuidar a nuestros seres queridos e incluso a otras personas puede reportar mucha satisfacción, tanto personal como profesionalmente si tu trabajo consiste en ello.
Desde la psicología se ha estudiado cómo explicar esta tendencia que muchas personas tienen a proteger a las demás, y cómo esta forma de comportarnos ha permitido que evolucionemos a lo largo de la historia formando sociedades que, pese a las diferencias, tienen esta característica en común: desde la configuración de familias a la creación de asociaciones y hospitales. Desde que somos bien pequeños, las conductas de ayuda a los demás han sido reforzadas por nuestro entorno, en detrimento de aquellas otras conductas dirigidas a causar perjuicio a las otras personas o buscando el beneficio propio por encima del de los demás. Ser una buena persona, compartir tus bienes y tiempo con los demás, son maneras de actuar que están bien vistas por la sociedad. Por el contrario, ser egoísta y buscar el beneficio propio es una forma de comportarse que suele reportar menos ganancias a largo plazo y que incluso es castigada por los demás. Podemos encontrar un ejemplo de esto cada día en nuestras calles, solo hay que observar a un par de hermanos que estén peleándose por un juguete y veremos a unos padres preocupados explicándoles que sacarán más partido si juegan juntos y comparten la experiencia y, de paso, el juguete.
¿Qué pasa cuando nos descuidamos a nosotros mismos?
Sin embargo, hay ocasiones en las que las personas tendemos a centrarnos mucho en el bienestar de los demás dejando de lado el nuestro propio. ¿Hasta qué punto es esto un problema?
Pues bien, cuando hablamos de problema tenemos que tener claro que ninguna conducta se puede clasificar de problemática a no ser que, para una persona particular, reporte algún tipo de malestar o esté dificultando su adaptación a la vida cotidiana. De este modo, es importante hacer un ejercicio de autoevaluación para identificar si dedicar tiempo a los demás, ayudarles y estar pendiente de ellos está en equilibrio con la satisfacción y cuidado de nuestras propias necesidades.
¿Qué efectos puede tener desatendernos?
Olvidarnos de nosotros mismos puede dar lugar, en muchas ocasiones, a problemas en el estado de ánimo, a sentirnos “quemados” con nuestra vida social, familiar o profesional (el famoso burnout) o a sentir que no podemos abarcar todo lo que tenemos que lidiar. Esto se explica por la relación directa que existe entre la realización de actividades gratificantes y la mejora del estado de ánimo. Se podría denominar coloquialmente como la necesidad que tenemos todos de recargar las pilas haciendo cosas que nos gustan.
Existen numerosas creencias a este respecto que pueden hacernos sentir mal por dedicarnos tiempo a nosotros mismos si nuestros seres queridos nos necesitan o si en nuestro trabajo hay muchas personas que requieren de nuestra ayuda. Ahora bien, os animo a que hagáis un pequeño ejercicio de memoria y penséis en qué momento habéis disfrutado más de vuestros seres queridos: ¿aquel día en el que estabais de un excelente humor tras dar un pasero por el campo o ir al cine a ver una película de vuestro director favorito, o aquel día en el que llevabais horas y horas trabajando sin parar siquiera a comer con calma? La respuesta seguramente será la primera opción. Y es que cuando nos descuidamos, por mucho empeño que pongamos en nuestras tareas (que incluyen en muchos casos el cuidado de niños pequeños, de mayores, de personas en nuestro trabajo), nos costará muchísimo llevarlas a cabo. Dedicar momentos a uno mismo y a disfrutar no es de ninguna de las maneras egoísta, sino todo lo contrario: es importante y necesario.
¿Cómo ponerle solución?
Si detectas que esto te está pasando a ti, hay solución: el cambio es posible y notarás los beneficios muy rápidamente. Es esencial que pongas en marcha ciertas estrategias que quizás tenías relegadas a un segundo plano o desconocías:
- Buscar actividades que te gusten y dedicar un tiempo establecido a la semana para hacerlas. Hay un sinfín de cosas que se pueden hacer y que te ayudarán a desconectar y dedicarte tiempo a ti mismo: desde actividades deportivas a hobbies como la fotografía, la pintura, ir a pasear al campo o dedicar un rato con la única compañía de un buen libro o un buen cd de música. Lo importante, es que estos momentos de desconexión se conviertan en una prioridad en tu vida y les des la importancia que tienen. Muchas veces se puede caer en el error de pensar que estos momentos de ocio son un privilegio, suprimiéndolos cuando surgen dificultades. Pero son, de hecho, la recarga de energía que necesitamos para poder afrontar esos momentos difíciles, y mucho más cuando tienes que tener fuerza para ayudar a alguien cercano. Si sientes que comienzas a agobiarte por dedicarte tiempo, recuérdate a ti mismo que lo necesitas, que te sentará bien y te ayudará a estar mejor después para afrontar todas esas tareas. Acto seguido céntrate en lo que estás haciendo y disfruta de ello.
- Si te cuesta negarte a hacer favores a los demás, y notas que estás empezando a sentirte sobrecargado con todo lo que tienes que hacer, tómate tiempo para valorar si realmente estas personas necesitan tu ayuda o podrían apañárselas de otra manera. Muchas veces, las responsabilidades se van aceptando de manera progresiva y cuando uno quiere darse cuenta, está manejando demasiadas cosas a la vez. No cabe duda, que hoy en día las personas estamos preparadas para lidiar con muchas situaciones a la vez, pero es importante pararse a evaluar si estamos siendo demasiado exigentes con nosotros Si este es tu caso, puede que sea hora de seleccionar aquellas que sean más prioritarias y delegar o rechazar otras que estén suponiendo un sobreesfuerzo muy grande, poniendo límites a ciertas exigencias de los demás, quienes también pueden aprender sin tu ayuda.
- Si te das cuenta de que estás dedicando mucho tiempo a pensar y darle vueltas a la situación que sufren los demás, es importante analizar si realmente está sirviendo de algo pensar tanto en ello. Puede suceder, que tengamos la sensación de que debemos pensar en ello porque la otra persona está sufriendo y merece nuestra atención. Pero muchas veces, por más que le demos vueltas no conseguiremos que la situación de la otra persona mejore. Y, posiblemente, empeoraremos la nuestra al estar constantemente en contacto con estas preocupaciones. Si esto es algo que te sucede, es importante que cuando veas que te vienen estos pensamientos te digas a ti mismo algo que te ayude a dirigir tu atención a otra cosa, como por ejemplo esto es algo que no depende de mí, ya estoy haciendo todo lo que puedo, o simplemente, no tiene sentido martirizarme por algo que no puedo cambiar. De esta manera, ahorrarás muchas energías que estabas empleando en darle vueltas sin encontrar ninguna solución y que podrás utilizar para otras cosas, como hacer actividades que mejoren tu estado de ánimo o mantener tu rutina. Además, no sobrecargarte con estos problemas te ayudará a afrontar todos los demás con mayor facilidad.
- Cuando se trate de problemas que sí que podemos solucionar o de los que nos tenemos que ocupar es normal que queramos dedicarle un tiempo a reflexionar. Pero en estos casos lo más adecuado es dedicar un tiempo concreto y estipulado previamente (por ejemplo, 30 minutos). Esto os ayudará a ser más concretos en la búsqueda de soluciones y, de nuevo, a poder dedicar el resto del tiempo a otras tareas. Además, es importante recordarse a uno mismo que no por mucho pensar, la solución será más o menos adecuada, pues a veces desconocemos el efecto que tendrá, y solo podremos comprobarlo llevando a la práctica la decisión tomada y viendo los resultados de la misma.
- Si aparecen sentimientos de culpabilidad, decirse a uno mismo que no hay mejor manera de ayudar a los demás, que ayudándose a uno mismo y estando en forma para superar los obstáculos que aparezcan en la vida.
En definitiva, cuidar a los demás y cuidarse a uno mismo es perfectamente compatible y, de hecho, es importante aprender a encontrar un balance adecuado en las tareas que realizamos en nuestra vida, incluyendo tanto obligaciones como aficiones y momentos de descanso.
Elena Gálvez Delgado
Alumna Promoción 2017-2019
Hola